lunes, 5 de mayo de 2008

Chiang Mai se viste de guiris. 23/04/2007

Buenas: radio "40 grados" emitiendo para toda la galaxia. Antes de que se me olvide voy a contar lo de l+s encapuchad+s que van en motos, camiones, tractores, están trabajando en los jardines, carreteras, barriendo... Por acá uno se cruza con gente encapuchada a cada rato. Parace la kale borroka de Jarauta en Iruñea durante los primeros años 90. Pero acá los motivos son bien diferentes. No ocultan su rostro para impedir ser identificad+s por la policía, sino que más bien de quien quieren esconder su piel es del sol que pega tan duro. Lo que ya no tengo tan claro es el motivo, si porque disminuye la sensación de calor... Ciertamente no lo creo. Al contrario, creo que tienen que pasar un calor de la repera con todo tan tapado. Porque si van con pasamontañas de lana, gorros agujereados, o una camiseta o trapo envuelto a modo "intifada" en la cara, imaginaros que no van en pantaloneta y tirantes... Ni pal copón. Van tapad+s hasta los dientes. Y el motivo creo más bien que es mantener su piel lo más blanca posible dentro de los límites de su genética. Porque como pasa con todo, la gente desea lo contrario a lo que tiene. Y acá los canones de belleza parecen valorar la piel blanca contra la oscura. A Venus le dicen las mujeres que se tape los brazos, que si no se le va a oscurecer la piel y es más feo. Además de taparse con obstinada brutalidad, hay quienes utilizan productos blanqueantes para la piel, o un método menos dañino a base de polvos de talco que además reducen el sudor.

Pues no es esto algo que suceda solo acá en Thailandia. Al parecer es algo extendido por los países de piel oscura. En estos lugares, y como siempre predominantemente las mujeres, que están más presionadas socialmente por los canones de belleza, se aplican productos blanqueantes muy perjudiciales para la piel por los abrasivos productos químicos que componen estas cremas. Vamos, que el caso es que la población mundial va a acabar con cancer de piel... La mitad por achicharrarse para ponerse morena, y la otra mitad para seguir los pasos de Mickael Jackson. El caso, como siempre, es no estar conforme con la naturaleza de un+ mism+ e ir contra natura. ¡Qué raricos que somos los humanos!

Ahora mismo hace un calor que te derrites cuando son las 4 de la tarde. Así que aprovecho para estar un rato a la fresca del aire acondicionado del ciber que sale por 4 reales. Porque a estas horas, de lo contrario, lo único que se puede hacer es dormitar a la española en la siesta, pero entre sudores aireados por el ventilador. Y es que en las ciudades se nota más calor que en el campo abierto. Ya se sabe: Humo de coches y contaminación en general que hace de efecto invernadero, asfalto y hormigón que se recalientan con el sol, no corre el aire entre tanta casa... Resultado: Un calor sofocante en las horas de sol alto.

Ahora estamos en Chiang Mai, en el norte de Thailandia. Es una ciudad megaturística. Me recuerda mucho a Cuzco en Perú, porque es ciudad base de un montón de excursiones por los alrededores, paquetes turísticos de paseo en elefante, rafting, escalada, trekings, visitas a tribus de montaña... La city esta llena de cibers, hospedajes, restaurantes, bares, tiendas, puestos de artesania, de masajes, alquiler de coches, motos y bicis... Todo lo que le gusta al turista para ocupar todo su tiempo consumiendo y viviendo mil "aventuras". Y el resultado es que aún siendo ahora temporada baja, esto esta lleno de guiris. Nos dicen que la mitad de lo que está en temporada alta allá por noviembre y diciembre.

Así que no es de esos sitios donde uno respire Thailandia por todos los poros, ya que lugares así hay repartidos por suerte o por desgracia por todo el mundo. Y digo "o por desgracia" porque cierto tipo de turismo me parece que corrompe los lugares, la gente y el entorno. En el nombre de Don Dinero todo vale, todo se puede cercar, a todo se le pone precio, lugares sagrados dejan de serlo si el guiri paga, lugares tranquilos dejan de serlo si el guiri que paga quire gritar, lugares sin humo dejan de serlo si el guiri que paga llega en moto alquilada Lugares que dejan de ser lugares para transformarse en meros paisajes que fotografiar si alguien paga por detener el sol en un bello atardecer. Y lo peor de todo es el impacto sobre la fauna, que ve invadidos sus espacios por excursiones de 40 guiris x 10 excursiones al día que equipados como rangers del fosforito atraviesan ríos y montañas de donde los pájaros y demás bichos salvajes huyen despavoridos. Y que decir de las tribus de montaña, en otros lugares denominados indgenas, que cambian sus costumbres de vida para vivir del porcentaje que les dan por dejarse fotografiar con el guiri. Hablo concretamente del pueblo Padong exiliado de Myanmar de las mujeres jirafa, que es el más explotado en este sentido por lo pintoresco de sus cuellos alargados con anillos dorados. No sé, se me plantean muchas contradicciones y posible contaminación cultural que el guiri lleva consigo. Y me incluyo entre los guiris, aunque intente dejar la menor huella posible y huya de los paks, tours y excursiones organizadas como de la peste. Que mi tiempo de disfrute de una cascada esté regido por don reloj, que ahora toca ir al puente colgante y en diez minutos al pueblo Karen, nunca fue de mi gusto.

Por ahora prefiero mi bicicleta o mi mochila, y donde me lleven mis pies o mi ingenio disfrutar sin caducidad del lugar. Y ojalá Don Dinero nunca llegue a conseguir parar el sol en un bello atardecer, ni a calentar el agua de una cascada para que el baño sea del gusto de Don Guiri. Thailandia es un lugar bellísimo y lanzado de cabeza al turismo. Ojalá no acabe como la gallina de los huevos de oro, porque sus gentes no se lo merecen. Y que el hormigón no sustituya al bambú y se trague esta tierra y sus colores.

Es que estos lugares de masivo turismo me parecen tan falsos que me sale la vena libertaria. Pero realmente Thailandia es mucho más que lo que rodea la ciudad de Chiang Mai. Y también tengo que decir que a todo hijo de vecino le gusta vivir con cierta comodidad, y si es el turismo el que les trae dinero, entiendo que la cosa funcione así.

En el camino hacia acá, lugar que mañana quedará atrás, tuvimos la suerte de visitar un hospital de elefantes no gubernamental, donde de manera gratuita tratan a cualquier elefante que les lleven con algún problema. Allí pudimos ver varios de los elefantes heridos y como les curaban. Un flipe ver a 7 personas alrededor de un bicho tan grande para intentar ponerle suero en la oreja. Y el elefante, dentro de lo que cabe, bien tranquilo y dejándose hacer. Que remedio por otra parte cuando te tienen encadenado de dos patas, cuello y te sujetan la cabeza con cañas de bambú.

Dos de los pacientes eran elefantes que habían sufrido en una de sus patas el terror de las minas antipersona en Myanmar (antigua Birmania) (fotos en Blog www.mundofotos.net/ansia-de-asia). Guerras civiles en países como Myanmar y Camboya, y la guerra del Vietnam dejaron el suelo plagado de estas crueles minas que no tienen punto de mira, ni distinguen selectivamente a la hora de estallar. Quien tenga la mala suerte de pisarlas queda lisid+ de por vida.

En este caso eran un elefante adulto y un elefante bebé, pero hay miles de personas (entre ellas much+s niñ+s) en países de Áfrika, Asia, etc. afectadas por estas minas. Acá cerca, en Camboya, debe ser un gran porcentaje de la población la que tiene miembros amputados por las minas. Para contrarrestar este riesgo, cuentan que en este país l+s niñ+s caminan por los árboles con la destreza de un mono y asi evitan pisar el suelo en zonas de riesgo. Otro de los días acabamos pasándolo con la familia de un cicloaficionado que nos cruzamos en la carretera. Nos llevó a su casa a 20 km, nos dio de almorzar, nos llevaron con ellos de compras a la ciudad cercana, comimos, visitamos templos... Y para terminar el día preparamos unas tortillas de patata para cenar para que probasen algo típico de nuestra tierra. Lo mejor de todo las risas que se echaron viendo voltear las tortillas al aire para darles la vuelta, y también el postre con el que nos sorprendieron: Una especie de hormigas voladoras gigantes, como avispas, que comimos fritas. Nos dijeron que era un manjar muy caro y que se comen una sola vez al año, cuando es temporada. Y debía ser ahora la temporada y tuvimos la suerte de probarlas. Crujientitas y se les quitan las alas, que sino se quedan pegadas al paladar como la ostia esa de misa y es un incordio quitárselas.
Muchos besos, que ya la temperatura en la calle invita a salir. MUAAAAKKKKKKKKKKKK